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Oración y Obediencia

Written by on October 14, 2025

David Wilkerson –

A veces acudimos a Dios en oración como si fuera un pariente rico que nos apoyaría y nos daría todo lo que pidiéramos, mientras que nosotros ni siquiera levantamos la mano para ayudar. Levantamos nuestras manos a Dios en oración… y luego las guardamos en nuestros bolsillos. Esperamos que nuestras oraciones hagan que Dios trabaje por nosotros mientras nos quedamos de brazos cruzados, pensando: “Él tiene todo el poder; yo no tengo ninguno, así que simplemente me quedaré quieto y dejaré que Él haga el trabajo”.

Suena a buena teología, pero no lo es. Dios no aceptará mendigos ociosos a su puerta. Ni siquiera nos permitirá ser caritativos con quienes en la tierra se niegan a trabajar. “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10).

No hay nada ilógico en añadir sudor a nuestras lágrimas. Tomemos, por ejemplo, el asunto de orar por la victoria sobre una lujuria secreta que persiste en el corazón. ¿Acaso simplemente le pides a Dios que lo quite milagrosamente y luego te quedas sentado esperando que muera por sí solo? Ningún pecado ha sido aniquilado en el corazón sin la cooperación de la mano del hombre, como en el caso de Josué. Toda la noche, yació postrado y lamentándose por la derrota de Israel. Dios lo puso de pie y le dijo: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé… Levántate, santifica al pueblo“ (Josué 7:10-13).

Dios tiene todo el derecho de levantarnos de nuestras rodillas y decirnos: “¿Por qué te quedas sentado esperando un milagro? ¿Acaso no te he ordenado huir de la apariencia misma de maldad? Debes hacer más que simplemente orar contra tu lujuria; también se te ordena huir de ella. No puedes descansar hasta que hayas hecho todo lo que se te ha ordenado”.

No culpes a Dios por no escuchar tus oraciones si no estás escuchando su llamado a la obediencia. Terminarás blasfemando a Dios y acusándolo de negligencia, mientras que tú siempre serás el culpable.


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